Desde el último día de 2024, los buses del DC Circulator desaparecieron de las calles de la capital. Pero no por mucho tiempo. Ahora reaparecen en lugares tan inesperados como emocionantes: un viajero los descubrió transportando turistas en Boston, y en California varios sirven como lanzaderas para los festivales de Coachella y Stagecoach. Como una expareja que vuelve triunfante en Instagram, estos buses renacieron… solo que en otro código postal.
Un legado que terminó con aplausos (y lágrimas)
Lanzado en 2005, el Circulator rápidamente se convirtió en uno de los favoritos por ser rápido, accesible y confiable. Sin embargo, con los años, las demoras crecieron, los usuarios se desesperaron y el servicio perdió terreno frente a opciones como Metrobus. En 2024, los números bajaron tanto que el Distrito decidió decirle adiós.
La despedida fue más emocional de lo esperado: hubo quienes organizaron una suerte de “funeral irlandés” con brindis, recuerdos hechos en casa y un último viaje nostálgico. Para muchos, el Circulator era más que un bus: era parte de la rutina y el corazón de la ciudad.
De ícono capitalino a estrella de reventa
La ciudad no perdió el tiempo. Subastó las unidades en GovDeals, donde algunas se vendieron por hasta $88,000, aunque otras salieron por tan solo $3,000. El plan era usar esos fondos para compensar a los 276 trabajadores que se quedaron sin empleo tras la cancelación del servicio.
El Consejo de DC aprobó esa medida en octubre, con apoyo total, aunque la alcaldesa Muriel Bowser votó en contra. Pero a cinco meses del cierre, el concejal Charles Allen denunció a Washington Post que el Departamento de Transporte (DDOT) aún no ha enviado ni un centavo a los exempleados.
“Perdieron su fuente de ingreso y la ley es clara: ese dinero es para ellos”, reclamó en declaraciones.
Hollywood sobre ruedas
Uno de los compradores más entusiastas fue Maurice Vanegas, presidente de Transit Systems Unlimited, con base en Sun Valley, California. Compró 12 unidades y estima que gasta unos $40,000 por bus, incluyendo el traslado desde DC, reparaciones mecánicas y ajustes técnicos. A pesar de la inversión, asegura que le sale muchísimo más barato que comprar uno nuevo.
El primer bus ya rueda en el legendario Hollywood Bowl, pintado de blanco y listo para transportar a los fanáticos de la música.
“Solo ustedes en DC sabían lo buenos que eran estos buses. Ahora, muchos más los van a conocer”, dijo Vanegas.
Una segunda vida más verde
Vanegas tiene visión a futuro. Aunque su flota actual se compone mayormente de vehículos que funcionan con diésel y gas, quiere avanzar hacia lo eléctrico. Para eso, ya instaló paneles solares en sus depósitos y está en conversaciones con el Hollywood Bowl para instalar cargadores.
“No podríamos permitirnos esta tecnología si no fuera porque el gobierno la pone al alcance”, explicó.
Su objetivo es claro: demostrar que incluso un bus jubilado puede convertirse en un ejemplo de sostenibilidad y seguir sirviendo a la comunidad, solo que con otro paisaje.
Aunque dejaron de recorrer las calles de DC, los buses del Circulator no terminaron en el olvido ni en un depósito polvoriento. Hoy llevan nuevos pasajeros, cuentan nuevas historias y siguen siendo útiles para comunidades a miles de kilómetros. Su transformación demuestra que lo público, cuando se reutiliza con visión y compromiso, puede seguir generando valor mucho después de su último viaje original. Y aunque los capitalinos ya no los vean pasar por Dupont o Georgetown, siempre podrán decir que esos buses, que ahora brillan en California bajo el sol, fueron parte de su ciudad. Y eso, nadie se los quita.